En la actualidad se encuentra naturalizada la concepción de que la producción del conocimiento científico es un proceso separado de la acción transformadora. Por una parte, está la teoría, por la otra, la práctica. Y por mucho que se postule la necesidad de vincularlas, siempre se termina cayendo en la inevitabilidad de su separación.
Sin embargo, el conocimiento es el proceso en el cual el sujeto de la acción se ha puesto en movimiento, por lo tanto en acción, con la finalidad de apropiarse de la potencialidad que tiene como tal sujeto frente a las potencialidades que le presenta su objeto, su medio. Así reconocido, el conocimiento es el momento de la acción en que el sujeto organiza ésta. Por lo tanto, el conocimiento es en sí mismo la acción en marcha, o sea, es un momento de la práctica misma.
Pero el conocimiento teórico no sólo niega su condición de práctica sino también su capacidad para apropiarse virtualmente de su objeto, o sea, su propia objetividad. Sobre la base de la objetividad de su método, la representación lógica, afirma la imposibilidad del conocimiento objetivo. Al amparo de esta contradicción en los términos declara que todo conocimiento científico tiene naturalmente por alcance el ser una u otra manera de interpretar la realidad, de interpretar al mundo.
Este no es un problema abstractamente epistemológico. El modo de producción capitalista es un sistema automático de regirse el proceso de vida social que tiene en su base la ausencia del conocimiento objetivo, por parte de los sujetos, respecto de su condición de órganos individuales de dicho proceso. En él, la libertad humana, la capacidad para regir conscientemente la propia acción, se encuentra inevitablemente enajenada como forma de operar aquel automatismo. Luego, tanto como el conocimiento objetivo esté imposibilitado de superar la interpretación, lo estará la superación del capitalismo en una sociedad regida por la libre conciencia individual basada en el conocimiento objetivo de la propia subjetividad social. La crítica de la forma hoy dominante del conocimiento científico, de su método, es un momento necesario de la práctica revolucionaria de la clase obrera.
El avance en la producción de la conciencia enajenada que avanza en su libertad al reconocerse en su enajenación es una tarea política concreta de la clase obrera que expresa sus intereses históricos generales. Más aún, esta producción es, en sí misma, el proceso de determinación de las formas que corresponden a la organización del partido político de la clase obrera que sea portador inmediato de las potencias superadoras del modo de producción capitalista. La organización del partido político de la clase obrera basado en la conciencia en cuestión necesita tomar cuerpo hoy a través de una organización independiente que tenga como objetivo de su acción política inmediata el avance mismo en la producción colectiva de dicha conciencia. El CICP se inscribe en esta acción política colectiva.