RESUMEN
En el ámbito de la economía política crítica, y en particular de la economía política marxista, ha cobrado notable fuerza, hasta hacerse dominante, la concepción de que el trabajo abstracto constituye una forma social históricamente específica, sólo propia de la producción de mercancías. Los Ensayos sobre la teoría marxista del valor de Isaak Rubin, son reconocidos universalmente como el fundamento originario de esta concepción. Parecería así que toda crítica a ella debería partir de responder la pregunta elemental de ¿qué es el trabajo abstracto? Sobre esta base, todo podría reducirse a una cuestión de definición, de la enunciación de un concepto, de una categoría. Pero, en el método dialéctico, las definiciones, los conceptos no constituyen el punto de partida. Al contrario, constituyen el punto en que cabe sintetizar, bajo un nombre, al desarrollo de las determinaciones que se encuentran realizadas en el concreto puesto en cuestión. La economía política clásica y la neoclásica naturalizan la apariencia de la conciencia abstractamente libre del productor de mercancías al identificar las formas sociales específicas de la producción mercantil con la materialidad del proceso de vida humana. Rubin logra la misma naturalización recurriendo a un camino que simula partir del reconocimiento de la especificidad histórica de la conciencia del productor mercantil. Pero ya en su primer paso, vacía a la conciencia libre de su determinación como forma concreta necesaria de la conciencia enajenada, al vaciar de materialidad al trabajo abstracto socialmente necesario realizado de manera privada e independiente, y sustituir esta materialidad por una existencia puramente ideal. El establecimiento de la relación de cambio no surge, entonces, como expresión de dicha materialidad. Al contrario, se establece de manera directa sin determinación material alguna, como no sea el atribuirle la propiedad del cambio a objetos que materialmente han sido reducidos a no tener nada en común, los cuales se enfrentan con otro objeto material que tiene la potestad fantástica de hacer que el trabajo abstracto pase de la idealidad a la realidad. En este mundo de inversiones, la conciencia libre y la conciencia enajenada son presentadas escindidas. La segunda pasa a ser una determinación social externa al propio ser del productor. ¿Cuál es este ser, entonces? El solo hecho de concebir a la conciencia enajenada como algo que se impone sobre él de manera exterior, implica concebir la preexistencia de la conciencia de este ser como una conciencia no enajenada, o sea, como una conciencia libre. Pero esta conciencia libre no puede tener su fuente en el hecho de que la organización del trabajo social se realiza de manera privada e independiente, ya que Rubin sólo ve brotar de este modo de organización a la conciencia enajenada. Ha de tratarse, por lo tanto, de una conciencia exterior a las propias determinaciones de la relación social general de los productores de mercancías. Lo cual quiere decir, forzosamente, que se la concibe como una conciencia naturalmente libre.
PALABRAS CLAVE: Rubin; Teoría del valor; Conciencia libre; Conciencia enajenada